En la vida podemos estar preocupados por innumerables motivos o bien, dejarlos en manos de Dios y descansar en la paz que Él nos da.

Durante muchísimos años me preguntaba: «¿Por qué no puedo tener paz?» «¿Cuándo voy a vivir sin tanta preocupación?» Sin embargo, a lo largo de mi vida hubieron dos personas realmente significativas. Las mismas de un momento a otro desaparecieron. Después, sus ausencias me marcaron, y el hueco que dejaron lo llené de acusaciones. De igual manera, me convertí en la reina del victimismo.

Ante mis ojos, ellos tenían la culpa de todo lo malo. En consecuencia, empezaron a crecer en mi corazón raíces de amargura, de falta de perdón y de vivir en el pasado.

Necesitamos la paz de Dios

Un día, la punta del iceberg apareció. Me di cuenta que era insostenible para mí seguir así. Lamentablemente, tenía mi corazón sumamente gélido. Incluso yo me creía fuerte y que podía con todo. Tanto que mi orgullo me impedía pedir ayuda.

Además, la soberbia me arrastraba y no quería dar mi brazo a torcer. Pero Dios apareció envolviéndome y transformándome. No sólo me derritió mi frío corazón, ¡sino que me dio uno nuevo!

En su infinita misericordia me envió a una persona para que me diera un abrazo y me dijera a dónde ir. Acudí a un servicio, y el versículo que escuché era el pasaje de Lucas 10:38-42. Este relata que Marta estaba preocupada por querer atender y que Jesús estuviera cómodo. Tan afanada estaba que recriminó a su hermana María porque no le ayudaba en las tareas. Ahora bien, ¿Qué le dijo Jesús?:

—Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no será quitada.

Deja el orgullo de lado para recibir la paz de Dios

Gracias a esa palabra entendí que lo que me convenía era acercarme a sus pies. Escuchar toda palabra que emanaba de Él.

Como nunca había cultivado mi vida espiritual, no sabía cómo tener una relación con Él. Tan sólo escuchaba que Él tenía un propósito. Por ese motivo, empecé a leer la Biblia y quise aprender cómo meditar en ella.

Cada lectura era una palabra viva, directa y confrontante que me daba lecciones. Ya no quise vivir como Marta, afanada, perfeccionista, malhumorada y frustrada. Todo porque no me salían las cosas como yo creía que debían salir. De esta manera, me puse a erradicar esa altivez que me caracterizaba.

Luego, quise aprender a orar, y eso ahora me ayuda a comunicarme con Cristo mucho mejor. De hecho, al practicar estos sencillos pasos yo pude recibir la paz de Dios y estar sin estrés o preocupaciones. Incluso ya no tengo esa “relativa paz” que sólo dura unos instantes. Siguiendo los pasos de Jesús es que ahora puedo vivir en esa paz que sobrepasa todo entendimiento.

Deja aquello que no te hace bien

Es tiempo de perder ese miedo a ser tú, cubriéndote de tanto orgullo. Libérate de tanta ansiedad creada por la falta de humildad. Tú puedes lograrlo teniendo una relación genuina y continua con Dios.

Por último, recuerda que estamos en el mes de la navidad y que Jesús vino al mundo para traernos su paz. Te invito a hacer click aquí para recibir 12 regalos que he preparado para ti. Por otro lado, si estás buscando regalos para tus familiares y seres queridos, haz click aquí para visitar nuestra tienda online.